Hoy 20 enero de 2021 amanece nublado en Málaga y las nubes traen algo de tristeza a los malagueños y hoy muchos estamos tristes por la muerte de un amigo, el bueno de Manolo Ibáñez, ese gran hombre que, aparte de su profesión, dedicó mucho esfuerzo a la defensa de las tradiciones más malagueñas, la barca de jábega, los verdiales, la trilla, el flamenco… Fue socio fundador de la Asociación de Amigos de la Barca de Jábega y miembro de su junta directiva durante varios años. Cartelista y fotógrafo. Amigo de sus amigos. La antropóloga Eva Cote, autora de varios números de nuestros Cuadernos del Rebalaje lo define como «un enamorado del rebalaje siempre dispuesto a echar un cable en todo aquello que sea necesario». En fin, podría seguir escribiendo, pero Manolo no necesita más. Siempre tuvo lo mejor que puede tener una persona, buenos amigos, amigos que lo echaremos mucho de menos. Con mi mayor cariño a su familia, solo me resta decirte, Manolo, descansa en paz, buena boga. Un fuerte abrazo.
Antonio Clavero
Se nos fue un jabegote, se nos fue un enamorado de las relaciones personales y vecinales, se nos fue un hombre entrañable muy conocido y querido en nuestra barriada. Siempre se ofreció a colaborar con infinidad de entidades y vecinos y vecinas. Todos lo conocen por su generosidad en el esfuerzo por acompañar a los demás en lo que es valioso. Colaboró con todo con el mundo de la mar: los pescadores los trabajadores y trabajadoras de nuestro litoral de nuestra barriada; siempre homenajeó el esfuerzo silenciado invisible de los pescadores y mujeres de la mar, con sus fotos, sus vídeos y entrevistas, sus carteles de eventos populares, con sus atenciones su respeto y admiración, con su presencia y su compromiso enamorado de nuestro barrio más identitario. Se agarró a la espailla de su barca Vendaval y se paseó por nuestras orillas acariciando sus barbas mesiánicas con el viento, dejándonos en el agua para siempre su bondad y compromiso con el ser humano y con lo popular. Buena travesía jabegote Manuel.
Miguel López Castro
El pasado martes 19 de enero el mundo de la barca se rompía tras conocer la triste noticia del fallecimiento de uno de los personajes más conocidos de la jábega.
Manolo Ibáñez o el Barbas nos dejó en pleno invierno y este verano dejaremos de ver su boina por el rebalaje malagueño.
Fue una persona que disfrutaba del momento, no perdía ocasión para fotografiar cualquier escena de playa y con esa simpática sonrisa complaciente se metía a todos en el bolsillo y siempre estaba en disposición de ayudar y colaborar.
Además de su inconfundible gracejo por el que todos le conocíamos, fue un entusiasta del remo y un importante colaborador además de excepcional cartelista.
Lamentamos profundamente su pérdida y como amigo lo dio todo sin esperar nada a cambio.
Desde hoy la barca se viste de luto.
Descanse en paz.
Pablo Portillo
El Canalla del Rebalaje
Mientras uno de los jabegotes veteranos mueve lentamente las fichas fúnebres del dominó, el resto de jugadores y mirones callan pensando en lo mismo. Recuerdan que ayer por la tarde las corrientes de los jileros del mar trazaron de repente estelas caprichosas sobre el agua cerca de la orilla. Algunos afirman incluso que vislumbraron claramente la I inicial de Ibáñez, repetida entre los espigones.
Luego imaginaron manadas de alcatraces y charranes que se zambullían veloces muy dentro del agua para salir llevándose boquerones y sardinas en su ágil vuelo ascendente. Pero también de repente, se formaron hoyos redondos entre los trazos de la I. Los sabios marengos adivinaron entonces que la mala leche de la marea fresca y la putada del siniestro tiraño, que hace años les robaban el alimento diario, volvían ahora, cuando ya no pescaban, a llevarse pa fuera a uno de los suyos.
Cuando la noticia de que Manuel Ibáñez había muerto en el hospital llegó al rebalaje de Pedregalejo y de El Palo, los jugadores ya habían interrumpido la última jugada, tumbando con ira incontenible las fichas negras.
Entonces Carmelo, que no entendía de válvulas coronarias, sentenció llorando que un vendaval feroz le había ahogado el corazón a Ibáñez porque siempre lo llevaba con las puertas abiertas a la gente, que lo tenía tan grande que le cabía una barca de trece remos.
Ramón Crespo