El pasado 18 de octubre nos dejó Carlos Hernández Pezzi. Este arquitecto, de mente inquieta, agudo y con una visión humorística y siempre inteligente de la realidad, honró a la Asociación de Amigos de la Barca de Jábega con su colaboración en el nº 27 de nuestra revista Cuadernos del Rebalaje.
Como agradecimiento, la junta directiva de la asociación ha decidido publicar este obituario, que recoge unas palabras introductorias de su amiga Mª Jesús Campos (Chu) y otras, de profundo sentimiento, de su discípulo y amigo Rafael Gimbel. Hemos querido acompañar estos textos con un enlace al vídeo de la presentación del trabajo, celebrada en el salón de actos de Unicaja en octubre de 2014, en el que se puede ver y escuchar a nuestro muy recordado amigo.
Y dice Chu…
A Carlos Hernandez Pezzi
Cuadernos del Rebalaje quiere rendir el más cálido homenaje al que ha sido uno de sus más insignes colaboradores, Carlos Hernandez Pezzi, extraordinario arquitecto, gran humanista y mejor persona, publicando la carta que Rafael Gimbel le ha dirigido in memoria.
Fue Rafael quien, gracias a su amistad con Carlos, nos proporcionó la posibilidad de su colaboración en Cuadernos del Rebalaje: CR-27 «Arquitectura mediterránea hoy: el entorno del mar de Alborán», publicación realizada en octubre de 2014.
Y completa Rafael Gimbel…
A Carlos, mi maestro, mi mentor… mi amigo.
Te has ido sin irte, como hacías siempre. Y digo sin irte porque siempre te quedabas en la mente de las personas que te conocían o te acababan de conocer. Nunca has dejado a nadie sin estremecerlo con tu esencia, todos hemos crecido a tu lado porque eso es lo que consiguen las personas que son grandes, y tú lo eras. Eras grande en tu generosidad con los demás, en tu amor hacia las personas y en tu interés en hacerlas crecer contigo de manera completamente desprendida, desinteresada y libre, como hiciste conmigo. Te impusiste como mi benefactor al igual que hacías con todos lo que te rodeaban, con todos los que disfrutamos de tu genio, de tu ingenio y de tu gracia, tu innata gracia. Eras cercano, humano, humanista, un gran urbanista además de un magnífico escritor y arquitecto, pero sobre todo eras noble, humilde, indulgente, irreverente y divertido. Eras tanto Carlos, que a cada uno de los que te conocíamos nos harían falta cuatro vidas para vivir una sola tuya, como bien dice tu querida hermana Milla. Me enseñaste a querer la profesión y me apoyaste durante mi carrera después de haberme ofrecido tu hombro como consuelo en incontables ocasiones en las que necesitaba ánimo de amigo. De tu mano vino mi primer sueldo como arquitecto, pero es que tú, además, me regalaste tu amistad, y eso no lo voy a olvidar nunca, Carlos. Me abriste las puertas de tu familia y de tus amigos, y te diste generosamente a mi familia y a los míos. Innumerables encuentros con tu hija Pilar, con Fran Mostazo, con Sara Romero, conferencias tuyas y de otros, divertidas infografías críticas, paellas y reuniones interminables en tu casa, debates, libros, cine, arte, física teórica y filosofía. Lo compartías todo, a cambio de nada. Contribuiste fervientemente a conseguir la medalla de la ciudad para Dámaso Ruano, y tú te mereces lo mismo por la labor que hiciste para Málaga desde tu pensamiento, para su provincia desde la Diputación y para su gente desde tu Arquitectura.
Tenías una sensibilidad tan grande que amabas toda forma de arte y a sus artistas, las letras y la ciencia se daban la mano contigo, en un conocimiento tan vasto como el mar de Alborán.
Pensador adelantado, crítico pero, sobre todo, respetuoso con el punto de vista ajeno y escrupulosamente delicado a la hora de contrastar y debatir cualquier idea, sobre cualquier tema. Siempre con emoción.
Carlos, eras una singularidad espacio-temporal, tu conocimiento plegaba el espacio–tiempo como un puente Einstein-Rose para trasladarnos hacia universos de conocimiento y razonamientos desconocidos, en los que nos hacías sentir como en casa. Eras un espacio con tantas dimensiones que las once de Vitten se te quedaban cortas, creabas espacio en la gente de tu entorno con tus distintos modos de vibración, porque vibrabas y hacías vibrar, y además eras espacio amable para refugio de tus amigos. En tu espacio se contenían multiversos, llenos de versos y de universos de conocimiento inundados. Has creado tu propia máquina del tiempo para viajar al futuro a bordo de tu obra como arquitecto, de tus planes como urbanista, de tus libros como escritor. Te has transformado en la energía del espacio que lleva tu nombre en cada uno de nosotros. Nos queda ese espacio que tan generosamente nos distes. Ahí estás y seguirás estando.
No hay suficientes pomelos en la Fresneda que igualen la amargura por tu pérdida, ni hay suficientes flanes sin nata, que igualen tu dulzura. Quien te conocía te quería, y somos muchos. Hasta dentro de un rato Carlos, hasta el próximo recuerdo tuyo…, querido amigo, sigues y seguirás en nosotros, porque siempre te ibas sin irte.
Gimbel te quiere siempre.
Rafael Gimbel Urbaneja.